miércoles, 14 de diciembre de 2011

La luz que infunde colores

Este cuento se me ocurrió persiguiendo la estela que deja en el pensamiento la inspiración.


Una hoja en blanco. ¿Cuántas palabras necesitaré para llenarla del hermoso color de las letras? ¿Cuánto de su perfume empleará el descubrirle una nueva textura, llena de aquel sabor inolvidable que acompaña al suave suspiro de los párrafos? Una, dos, ya llevo cuarenta y cinco, adornadas por los retorcidos ornamentos del lenguaje. Qué rápido se vuelan estos garabatos de mi mente, qué fácil los atrapa esta pálida inmensidad.



Estrellas en negativo, los puntos se unen para formar constelaciones. Como estelas luminosas, pequeñas partes a su vez de las galaxias que componen el evasivo rompecabezas del espacio, poco a poco las deja atrás el lucero del pensamiento, atrapado en una órbita eterna e inacabada de la que no hay vuelta atrás.


Huellas de un criminal que aún no ha cometido pecado, vestigios de un futuro entre otros tantos, su definición, impenetrable, aguarda en algún lugar más allá de la consciencia. Lejana es la percepción que permite admirar aquella luz, cercana la noción que no puede alcanzarla.


Flotando en la ilimitada oscuridad que se revuelve en extraño equilibrio tal neblina soñadora, se escapa cuando se la persigue y, caprichosa, regresa suavemente si se ignora su presencia. Pájaro errante, no deja que nadie decida su destino y es ineludible notar su zigzagueante vuelo. Es rostro oculto de lo espontáneo y sonríe a todo ojo que quiera mirarla.


¿Impaciente? No puede quedarse quieta. Su sangre le impele a moverse, y sus genes no le dejan descanso. En sueños se cuela libremente, dentro de los más profundos misterios, y juega con las voces e imágenes de lo cotidiano. Muy pocas veces se le recuerda, pero su actividad no cesa ni por uno sólo de los inncotables segundos de los que dispone.


Némesis de los detectives, rie calladamente ante innumerables lupas y son pocas las pistas deja. Compite, rehacia a entregarse, pero no huye a la determinación del detallista. Encuentros sé de unos cuantos, si bien humo es mi mayor recuerdo, y atesoro todos los momentos, que su persecución perpetuando, me ha permitido su implícita presencia.


Es así cómo interpreto a mi tácito compañero. Y es así cómo, por lo mucho que agradezco su excentricidad, fruto de tantos recuerdos, sentimientos y emociones, le dedico esta hoja llena de estos pequeños y ensimismados retratos suyos que me han ayudado a bocetar estas letras.